¿Por qué nos pasamos el día haciendo fotografías?
La respuesta a esta pregunta puede ser muy corta, pero también algo abrupta y no muy científica. Así que vamos a intentar daros una respuesta más larga, sofisticada y reflexiva. Porque es evidente que, desde la irrupción de la fotografía digital y los dispositivos móviles, buena parte del mundo se pasa el día haciendo fotografías que nunca vuelven a mirar, porque no hay horas suficientes en el día para revisar tanta foto.
Según Google Photos, en 2022 hicimos 4,7 millones de fotos al día, unas 55.000 fotos por segundo, número que ha ido creciendo de forma sostenida en los últimos años gracias al progreso de los dispositivos móviles y a nuestra obsesión por fotografiarlo todo, instantáneas que terminan en redes sociales, o perdidas en la memoria de nuestros teléfonos, sin que nadie, ni nosotros mismos, las vuelvan a revisar una vez capturadas.
A continuación, acudimos a varios estudios científicos para explicar las causas de tanta fotografía reflexionando sobre conceptos vinculados a esta obsesión como la memoria, el exhibicionismo, la extimidad y el tiempo.
¿Fotos de todo para disfrutarlo el doble?
Primera cascada en el país de las cascadas y mi dedo busca nervioso el disparador de la cámara: será la primera de decenas, cientos de fotos. Pero entonces veo como todo el mundo a mi alrededor hace lo mismo que yo, casi ninguno mira la cascada directamente, todos lo hacen a través del visor de su cámara.
Entonces se me ocurre una cosa: ¿y si no saco ni una sola foto, (pero ni una), del viaje? ¿Qué pasaría entonces? ¿Sería capaz de vivirlo plenamente? ¿De recordarlo? Y la idea ha enraizado desde entonces. En mi próximo gran viaje, si es que llega algún día, no haré ninguna foto: solo miraré, si los fotógrafos me dejan ver algo.
No queremos caer en la tentación de ponernos en modo viejo cascarrabias que repite eso de cualquier tiempo pasado fue mejor, no pretendemos volver a aquella época en la que nos sacábamos solo una o dos fotos a lo largo de nuestra vida y salíamos todos vestidos de domingo y con cara muy, muy circunspecta.
La tecnología digital y los smartphones nos han abierto un mundo de posibilidades a nivel fotográfico que estamos aprovechando para experimentar la realidad desde diversos puntos de vista, también metafóricamente hablando. De hecho, un estudio publicado por Journal of Personality and Social Psychology en 2016 analizaba la relación entre la toma de fotografías y el disfrute de las experiencias, ofreciendo una conclusión no apta para cenizos.
En los experimentos del estudio se pidió a más de 2.000 participantes que hicieran fotografías o no durante determinadas actividades para después completar una encuesta sobre el disfrute de dicha actividad. En casi todos los casos, las personas que tomaron fotografías informaron niveles más altos de disfrute.
Es particularmente interesante el experimento del museo en el que los investigadores concluyeron que quienes tomaron fotografías pasaron más tiempo examinando los objetos de la exhibición que quienes simplemente observaron directamente con los ojos. Y es interesante porque se complementa con otros dos estudios científicos que obtienen unas conclusiones muy diferentes.
Cuántas más fotos saques, ¿menos recordarás?
Dos psicólogos de universidades estadounidenses publicaron el año pasado un estudio que incluía tres experimentos que tenían por objetivo analizar el denominado efecto de deterioro de la toma de fotografías que se observa cuando es menos probable que se recuerde la información fotografiada que la información no fotografiada.
Estos tres experimentos comprobaban la memoria visual de los participantes al proponerles que hicieran cinco fotos, una o ninguna de una imagen. Los investigadores concluyeron que en los tres experimentos se demostró el menor rendimiento de la memoria de los objetos fotografiados en comparación con los objetos que se habían observado directamente, interpretando estos resultados en base a dos teorías: la de descarga cognitiva y la de desvinculación atencional.
Las fotografías nos ‘desvinculan’ de la escena
La teoría de la desvinculación atencional supone que la toma de fotografías “perjudica la memoria porque hace que los fotógrafos se desconecten de la escena, impidiéndoles así codificar o prestar atención a los objetos fotografiados”.
En este sentido, tomar varias fotografías podría forzar la atención en aspectos relacionados con la propia toma de fotografías, pero no centra la atención en el objeto en sí de una manera que beneficie el recuerdo.
Dicho con otras palabras: sacar tantas fotos nos hace más “expertos” en fotografía, pero provoca que recordemos peor lo que fotografiamos. Menuda paradoja, ¿verdad?
Esto no supone olvidarte de tu hijo si le sacas muchas fotos, sino que supone que, si sacas infinitas fotos de la fiesta de su primer cumpleaños, recordarás mejor las fotos de la fiesta de cumpleaños que la fiesta en sí misma, te desconectarás atencionalmente del evento y vivirás más la fotografía que la realidad fotografiada.
¿Para qué recordar si la cámara ya “recuerda” por mí?
En segundo lugar, los investigadores explican cómo la toma de fotografías causa deterioro de la memoria porque “los fotógrafos creen que los objetos que fotografían son guardados por la cámara, lo que reduce la necesidad de recordar esos objetos internamente”, lo que los investigadores llaman descarga cognitiva.
Aunque tomar fotografías podría haber moderado los efectos de la desconexión de la atención, los resultados de los experimentos sugirieron que se produce una descarga cognitiva que supone una menor capacidad de retención del objeto fotografiado, aunque “la toma de fotografías parezca una estrategia más confiable para guardar información”.
Sacar fotos de cuadros para no recordar ninguno
Este triple experimento está muy vinculado al estudio pionero sobre el efecto de deterioro de la fotografía realizado en 2014 por Linda A. Henkel, investigadora de la memoria y profesora de psicología cognitiva en la Universidad Fairfield en Estados Unidos.
En este caso, Henkel propuso a los participantes que realizarán una visita guiada a un museo de arte pidiéndoles que observaran algunos objetos y fotografiaran otros. Los resultados mostraron una conclusión similar a la expuesta anteriormente: si los participantes tomaban una fotografía de cada objeto en su conjunto, recordaban menos objetos y recordaban menos detalles sobre los objetos y sus ubicaciones en el museo que si solo observaban los objetos y no los fotografiaban.
Y entonces, ¿por qué seguimos sacando tantas fotos?
Si conjuntamos los tres estudios señalados, pese a sus resultados contradictorios, podríamos sugerir que sacar muchas fotos nos permite disfrutar más de las experiencias fotografiadas pese a recordarlas peor. Por supuesto, las fotos están ahí, y siempre las podemos volver a mirar lo que supone un recurso más para recordar aquella experiencia… desde el punto de vista de la fotografía ya que ni una foto ni un video, por supuesto, pueden detener el tiempo, por muy buen encuadre que tenga.
Si bien la fotografía puede llegar a ser un objeto artístico, es evidente que entra en conflicto directo con la memoria y con la realidad fotografiada ya que encarna un filtro, cada vez más presente, entre nosotros mismos y la realidad. Entre tú y el mundo siempre hay una pantalla, lo cual, como hemos visto, nos da y nos quita.
Tal vez esta obsesión por la fotografía está explicada también por la extimidad que decía Lacan, esa pulsión exhibicionista que también retrató Ingmar Bergman en Persona, el deseo de ser diseccionados, de revelar nuestras partes más significativas o que creemos más significativas, guardando para nosotros nuestra intimidad… esa pequeña porción de nuestro yo privado que nadie conoce, y que, a menudo, es la que realmente nos gustaría mostrar pero no nos atrevemos a tanto.
Sea como fuere, es evidente que el ser humano está desarrollado una obsesión por la fotografía con consecuencias psicológicas y neurológicas aún por determinar. Pero si has leído el artículo, al menos es posible que la próxima vez que estés en un museo (o ante una cascada) te plantees esta doble disyuntiva: ¿recordar o almacenar? ¿Memoria o datos?
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