¿Cómo afecta lo que vemos y leemos a nuestro placer sexual?
“La excitación sexual comienza en el cerebro”, “la imaginación activa el deseo sexual”: no hay duda, lo que vemos y lo que leemos tiene un papel vertebral en nuestro placer sexual abriendo caminos para la exploración del erotismo, pero también “distorsionando la percepción de la sexualidad”, especialmente cuando ese contenido es pornográfico y los espectadores son chicos demasiado jóvenes con deficiente educación sexual.
Hablamos sobre esta influencia del contenido audiovisual en la sexualidad con el Doctor en Psicología Dr. Rafael Salas Muriel y el psicólogo y sexólogo Joaquín Ferrera.
La imaginación como esencial estímulo sexual
“La imaginación desempeña un papel significativo en la sexualidad desde múltiples perspectivas científicas, sexológicas y psicológicas”, indica el doctor Salas, “desempeñando un papel central en la creación de fantasías sexuales”.
Pero la imaginación no solo es un aspecto básico en la autoexploración sexual, sino que es la base de “una comunicación abierta y honesta sobre las necesidades sexuales y las preferencias”, ocupando un lugar importante en la salud sexual en pareja.
No obstante, la imaginación también debe ser “estimulada” y aquí es donde entra el contenido audiovisual, el cine, las series, los libros y las novelas que siempre han tenido un papel primordial en el erotismo, desde Madame Bovary al Amante de Lady Chatterley, pasando por Fuego en el Cuerpo o La vida de Adèle.
“La literatura y el cine erótico pueden enriquecer nuestro repertorio de fantasías sexuales, y eso repercutir positivamente en nuestra sexualidad”, dice Joaquín Ferrera. De hecho, para el tratamiento de muchas disfunciones sexuales, “aconsejo literatura o cine erótico, ya que tienen capacidad de enriquecer nuestro repertorio imaginativo, especialmente cuando un paciente no es capaz de generar las fantasías por sí mismo”.
El deseo sexual como algo ‘indecente’
![Dos personas se tocan - Fuente: Pexels](https://www.publico.es/psicologia-y-mente/wp-content/uploads/2023/05/mapeo-sexual-3-1024x684.jpg)
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La censura sobre el aspecto erótico o abiertamente sexual de la literatura y el cine ha sido una constante a largo de la historia. Seguro que recordáis el final de Cinema Paradiso, con todos aquellos (más o menos) apasionados besos que el proyector tuvo que cortar de las películas originales. O cuando los españoles cruzaban la frontera con Francia para estimular su imaginación con El último tango en París.
El deseo sexual siempre se ha considerado un aspecto controvertido, debido a “la influencia de la educación y los valores culturales, que a menudo han cargado a la sexualidad con tabúes y estigmas”, señala el doctor Salas. No solo las enseñanzas religiosas consideran ciertos deseos o actividades sexuales como “inadecuados”, sino que las “normas sociales y la presión del grupo pueden llevar a sentir culpa cuando los deseos sexuales difieren de lo que se considera «normal»”.
Ferrera también incide en este hecho, recordando que la función de la sexualidad era “casi exclusivamente con fines reproductivos, todo lo que se saliese de ahí, era pecado”, algo que había “reprimir”. Y aunque estamos presenciando un “cambio en el modelo de educación sexual, tanto dentro del seno familiar como en las propias instituciones educativas, aún estamos lejos de tener un modelo de educación sexual que promueva la sexualidad sana, y no la «castigue»”.
La influencia de la pornografía en el deseo sexual
![Cámaras - Fuente: Unsplash](https://www.publico.es/psicologia-y-mente/wp-content/uploads/2023/10/placer-sexual-4-1024x683.jpg)
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“La pornografía, a menudo, presenta una visión poco realista y exagerada de las relaciones sexuales”, señala el doctor Salas, “esto puede llevar a que los jóvenes desarrollen expectativas poco realistas sobre las relaciones y la intimidad, lo que a su vez puede generar insatisfacción y problemas en futuras experiencias sexuales”.
Y es que es evidente que el porno (tradicional) sigue teniendo un gran peso en la cultura audiovisual alternativa, especialmente desde que la era de Internet acercó a todo el mundo que tuviese acceso a la red a todo tipo de contenido sin filtrar.
El impacto de este hecho sigue siendo sustancial, también en los más jóvenes, al no trasmitir un patrón de sexualidad “normativo”, como dice Ferrera, un patrón basado “en el dominio sexual del hombre hacia la mujer y en las relaciones sexuales centradas básicamente en el coito”.
Estos problemas derivados del consumo de pornografía en las primeras etapas de desarrollo psicosexual son también apuntados por el doctor Salas: “puede contribuir a la objetivación de las personas, ya que a menudo se enfoca en el aspecto físico y la gratificación sexual sin considerar la emoción, la intimidad y el consentimiento”.
Y no hay que olvidar la responsabilidad que pueda tener el consumo de estos productos audiovisuales en la “desensibilización de los jóvenes a la violencia sexual y el comportamiento no consensuado, lo que es preocupante desde una perspectiva ética y educativa”.
Tabúes pendientes en una cultura ‘hipersexualizada’
![Una pareja - Fuente: Pexels](https://www.publico.es/psicologia-y-mente/wp-content/uploads/2023/10/placer-sexual-3-1024x683.jpg)
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No hablar de sexualidad y ocultar el placer sexual como vertiente fundamental del ser humano no fue una “estrategia” muy exitosa que digamos durante nuestra historia cultural más reciente, vinculada a la influencia religiosa, en particular a la religión católica en nuestro país.
Aún estamos pagando siglos de represión, censura y multitud de tabúes que han configurado una sociedad que sigue sin enfrentarse al sexo con naturalidad: tan pronto lo rechazamos, como lo adoramos, sin lograr todavía asumirlo plenamente como lo que es: una vertiente humana que aporta placer, comunicación, autoconocimiento y expresión emocional, y que nos puede conectar de forma íntima con otras personas. Ni más, ni menos.
Actualmente, fruto en parte de la reacción a la represión vivida durante siglos y también como recurso de seducción consumista, las referencias sexuales están por todas partes en nuestra cultura audiovisual hasta el punto de alcanzar una hipersexualización cultural.
Esta sobredosis de referencias sexuales, generalmente bastante gruesas y alejadas del erotismo más “artístico”, tiene como consecuencia, a juicio del doctor Salas, una “desensibilización, volviéndonos menos sensibles a los estímulos sexuales debido a la constante exposición”.
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Y es que “la representación idealizada y poco realista del sexo en los medios puede generar expectativas poco realistas en las personas, lo que a su vez puede llevar a la insatisfacción en las relaciones sexuales reales”.
Mientras tanto, en la publicidad seguimos viendo los anzuelos sexuales de siempre, cada vez más forzados porque cada vez somos menos “sensibles” a ellos —como las hamburguesas, que cada vez tienen más ingredientes y salsas en las fotos de los anuncios para buscar que salivemos a toda costa—, diversos tabúes siguen sin ser abordados plenamente y con naturalidad.
“Romper tabúes como la discapacidad y la sexualidad, la sexualidad en la tercera edad y el consentimiento claro y continuo en todas las relaciones sexuales es crucial para promover una sociedad más inclusiva y respetuosa, que reconozca y valore la diversidad sexual, promueva la salud sexual y el bienestar, y prevenga el abuso sexual”.
El doctor Salas concluye refiriéndose a los desafíos a los que nos enfrentamos si queremos vivir en una sociedad que aborde el sexo como algo más natural y sencillo, sin represión, pero también sin tantos misterios y ambages. Ya lo decía Nicole Kidman al final de Eyes Wide Shut: tan sencillo como eso, ¿o no?
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