La relevancia de la familia en la salud mental

La familia condiciona de qué forma somos en varios aspectos. Nuestros progenitores, hermanos, abuelos y hasta tíos y primos nos enseñan valores, prácticas, nuestra lengua materna y forma de relacionarnos con los demás, puntos que conforman nuestra identidad y personalidad.

Sin embargo, para bien o para mal la familia asimismo condiciona nuestra estabilidad emocional, ofreciéndonos un ambiente permanente y saludable en el que nos podemos desarrollar de manera correcta o, por contra, un entorno marcado por la inseguridad y también incerteza, que nos desequilibra.

La importancia de la familia en la salud psicológica es un hecho, una realidad que vamos a examinar y investigar ahora.

Índice
  1. ¿Por qué importa la familia en la salud psicológica?
  2. Salud mental de una familia con un integrante con psicopatología
  3. Familia como origen de psicopatología

¿Por qué importa la familia en la salud psicológica?

La familia ejercita un papel primordial en la vida de la mayor parte de las personas. No son pocas las ocasiones en las que se toman decisiones importantes dependiendo de la familia, de lo que nos ha enseñado durante la vida, de su confort y de la manera de qué manera nos enlazamos con ella una vez somos mayores.

Las relaciones con nuestro núcleo familiar determinan mucho nuestra forma de ser y de qué manera nos enlazamos con otras personas, siendo un aspecto que repercute bastante también en nuestra salud mental.

En todas las familias se dan acontecimientos que ponen a prueba nuestra salud psicológica y la condicionan. Hay mucho más leves, como puede ser una discusión momentánea entre nuestros padres, y hay de más serios, como puede ser un divorcio o la pérdida de un padre a temprana edad. Vivir estas situaciones cuando se es pequeño influye en nuestra seguridad sensible, pudiéndose vivir de forma singularmente intensa y, en el caso de no acabar bien, desembocar en inconvenientes psicológicos.

La familia: un entorno que condiciona nuestra vida

La familia es un ambiente que condiciona nuestra vida y, claro está, nuestra salud psicológica. El medio ideal para que una persona se expanda siempre es la familia sana y funcional, ajeno de cuál sea su composición y si hay lazos de sangre o no entre sus integrantes. A día de hoy sabemos que visto que una familia tenga un papá y una mamá, sea monoparental o se trate de un matrimonio homosexual no condiciona la salud del individuo, sino más bien el estilo parental que ejerzan los progenitores para con sus hijos.

Toda familia servible es aquella donde los padres y mamás saben educar bien a sus hijos, los crían en un entorno en el que el cariño y el amor está bien presente, pero sin dejar que los pequeños y niñas hagan todo lo que les venga en gana. La clave está en saber dar amor al unísono que se es responsable en el precaución de los pequeños, aplicando un sistema democrático de crianza, y cumpliendo las tres principales funciones que todo buen padre y madre debe cumplir: protección, precaución y aprecio.

Si de pequeños nos brindaron protección, precaución y aprecio de manera adecuada, asimismo aprendimos que son aquello que le debemos ofrecer a nuestros hijos, lo que funciona como aspecto de protección tanto en el momento de que desarrollemos trastornos mentales como que lo desarrollen nuestros hijos. En cambio, si estas necesidades no nos fueron cumplidas, es más difícil que se las ofrezcamos a nuestros hijos sin asistencia de otros compañeros en la crianza, puesto que no se puede ofrecer aquello que no poseemos ni nos llega, a noser que lo aprendamos de forma consciente y facultativa una vez somos adultos.

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Que hayamos achicado a tres funciones básicas la crianza no significa que estas sean simples. Dar protección, cuidado y aprecio a nuestros hijos y también hijas es una tarea complicada, que requiere de una profunda reflexión, paciencia y autoconocimiento, con tal de detectar fallos que podamos cometer en nuestra forma de criar que, aunque no nos demos cuenta, pueden afectar de forma muy negativa a la salud de nuestros hijos. Si bien todos los buenos padres desean lo destacado para sus hijos, esto no quiere decir que lo cumplan, aunque no lo hagan con mala intención.

Por servirnos de un ejemplo, comentarios como “andas tonto”, “no me seas dramática”, “lo podrías realizar mucho mejor” y demás, lejos de “motivarlos” puede lograr que piensen que no valen nada, que no son valorados ni por sus padres y, sabiendo la relevancia que adquieren nuestros progenitores y otras figuras de autoridad en nuestro crecimiento, esto daña mucho en su salud psicológica, en especial en su autovaloración, autoconcepto y forma de relacionarse con el resto.

Además, los hijos, sean niños o jovenes, aprenden a comportarse según lo que ven en sus progenitores. Si un hijo o hija se comporta de manera irrespetuosa con sus progenitores, lejos de meditar que es porque es mala persona o por el hecho de que es una oveja negra, es bastante probable que se comporte así por el hecho de que considera que sus padres no lo respetan o, asimismo, por el hecho de que sus progenitores se han comportado de manera irrespetuosa tanto con él como con otras personas del ambiente familiar, como abuelos, hermanos, tíos o primos.

Salud mental de una familia con un integrante con psicopatología

En la mayoría de las oportunidades, que un miembro de la familia presente un trastorno mental supone un duro revés para la familia, especialmente para la persona que se marcha a encargar de cuidarlo. Los familiares se pueden sentir muy estresados y estresados al ver como una persona que conocían de siempre cambia, ya no es de qué forma era antes y ahora requiere muchos cuidados. La psicopatología de un individuo cercano se vive como una pérdida y, a la vez, como la adquisición de una pesada carga.

Los familiares de personas con trastornos mentales son más propensos a experimentar sentimientos de mal y pérdida, que aunque incrementan y disminuyen a lo largo de la vida acaban convirtiéndose en un profundo y también intenso dolor crónico. Viven en una incesante montaña rusa, cuyas subidas y bajadas dependen de manera directa de las recaídas y remisiones de la psicopatología del familiar a su cargo.

Exactamente la misma las familias generalmente, las familias que tienen un integrante con un trastorno mental representan un grupo diverso. Cada integrante familiar tiene vivencias únicas, necesidades y intranquilidades diferentes. Así pues, cada familia se puede comportar de forma diferente con su familiar, dependiendo del diagnóstico y de los elementos que tengan.

Con el paso del tiempo, aunque con gran dificultad y con asistencia de psicólogos y grupos de acompañamiento, los familiares que cuidan del miembro con un trastorno mental terminan aceptando sus síntomas, aprendiendo a hacerle en oposición al trastorno y administrarlo de la mejor forma posible. No obstante, esto no les quita el profundo mal emocional, estrés y ansiedad que viven a consecuencia de tener que atender a una persona mentalmente desequilibrado, problemas que tienen la posibilidad de hacer que ellos presenten también un trastorno mental.

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O sea singularmente conocido en las familias cuyo integrante con psicopatología presenta algún trastorno de la personalidad, esquizofrenia o trastorno bipolar y tiene poca conciencia de su trastorno. Es duro tener que soportar a un individuo que es incoherente en su accionar, que cambia de opinión de manera constante y que encima culpabiliza de sus errores a los demás o, incluso, se inventa que recibe algún tipo de agresión cuando, quizás, es él o ella que, sin caer en la cuenta, ejercita castigo psicológico a quienes le cuidan.

La familia y la salud mental en la infancia

Familia como origen de psicopatología

Las familias que no tienen idea enfrentarse sanamente a momentos de crisis y no ofrecen un entorno de paz y estabilidad emocional acaban debilitándose. De hecho, este tipo de familias, en lugar de fomentar el sano desarrollo de todos sus integrantes, puede convertirse en un factor de peligro en su salud mental. Los abusos, los pésimos tratos, las adicciones y la crianza demasiado déspota contribuyen en la aparición de traumas, fracasos y síntomas psicopatológicos varios que terminarán cristalizándose y convirtiéndose en un trastorno mental en la adultez de no ser tratados.

Un programa de televisión que refleja esta triste realidad es la serie reportaje estadounidense “My 600-lb Life”. Este programa narra la crónica de personas que tienen obesidad tipo IV y que se han quedado postradas en su cama, sin poder moverse libremente no para realizar sus necesidades y que para lograr sobrevivir a largo plazo necesitan una intervención quirúrgica.

La gente que alcanzan pesos superiores a los 250 kilogramos no alcanzan este peso por puro abandono o pereza. Un individuo no consigue un índice de masa corporal de 80 sentándose un día en el sofá, abriendo una bolsa de patatillas y comiendo hasta el momento en que un día se da cuenta de lo bastante que ha engordado. Las “estrellas” de este programa tienen problemas de conducta alimenticia, una adicción a la comida que es el resultado de haber tenido una infancia marcada por la violencia, la pobreza económica y, en muchos casos, las adicciones y abusos sexuales de personas próximas.

La relación entre los participantes del programa y sus familias es extremadamente disfuncional, y no únicamente por el pasado familiar sino más bien asimismo por el presente. La familia, lejos de ser un soporte sensible para la persona con obesidad extrema y motivador para el cambio, muy frecuentemente configura el entorno que hizo que se llegue a esa situación, provocándole muchs agobio que la empuja a comer.

En otros casos, frecuenta pasar que los progenitores sienten mucha culpa por lo que le pasó a su hijo durante la niñez, singularmente si un tío o un amigo de la familia abusó sexualmente de su hijo y no se dieron cuenta o ellos mismos eran unos progenitores drogadictos y negligentes. Para compensar el no estar por ellos en su niñez, frecuenta pasar que los progenitores se convierten en “enablers” (“facilitadores”), trayendo y cocinando ellos la comida, ya que su hijo adulto de casi 300 kilogramos está postrado en cama y no puede proceder a comprar él por su cuenta.

Todo lo mencionado evidencia el poder que tiene la familia en el desarrollo de psicopatología y en su conservación. Las infancias disfuncionales ejercitan como un considerable origen en los trastornos mentales, y las adulteces disfuncionales contribuyen a sostener la psicopatología. Las familias con dinámicas tóxicas, disfuncionales y patológicas hacen que los pacientes, en este caso obesos mórbidos, no logren progresar ni lograr sus misiones a corto, medio y largo período.

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