El dilema del tranvía ¿tú qué harías?

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¿Sacrificarías a una persona para salvar a cinco? ¿“Valen” más cinco personas que una? Estas son dos de las preguntas esenciales que nos propone el dilema del tranvía, un experimento mental que ha tenido una honda influencia en las últimas décadas, tanto a nivel filosófico, como psicológico, jurídico o médico llegando a exponerse recientemente con los problemas éticos derivados de la pandemia de Covid-19

A continuación te explicamos en qué consiste el dilema del tranvía, cuáles son las disyuntivas éticas a las que te enfrentas al tomar una decisión, además de exponer varias investigaciones que llegan a certificar la diferencia cultural ante esta clase de dilemas: ¿responden los chinos de forma diferente a los británicos ante el dilema del tranvía? 

Índice
  1. ¿Qué es el dilema del tranvía? 

¿Qué es el dilema del tranvía? 

Tranvía - Fuente: Pexels
Tranvía – Fuente: Pexels

Estás parado junto a la vía de un tranvía. Desde lejos, observas que el tranvía baja a toda velocidad sin frenos dirigiéndose hacia cinco trabajadores que están en peligro de muerte. No puedes avisarles ni parar el tren, pero a tu lado hay una palanca que lo desviará hacia otra vía donde hay un solo trabajador. ¿Debes accionar la palanca? ¿O no? 

Esta es tan solo una de las múltiples versiones del dilema del tranvía cuyo planteamiento deriva del trabajo de diferentes filósofos y juristas que han acudido a él para formular diversas hipótesis tanto éticas y psicológicas, como jurídicas o sociológicas.  

Aunque existen precedentes de este experimento mental en los trabajos de los juristas alemanes Hans Welzel o Karl Engisch, según apunta este artículo del filósofo de la Universidad de Puebla Fabio Morandín-Ahuerma, se suele atribuir su planteamiento más difundido a la filósofa inglesa Philippa R. Foot que en 1967 propuso una serie de escenarios dilemáticos en su artículo El problema del aborto y la doctrina del doble efecto

En dicho artículo, Foot expone el siguiente supuesto: “Para hacer un paralelo se puede suponer que él es el conductor de un tranvía fuera de control que solo puede llevarlo de una estrecha vía a la otra; cinco hombres están trabajando en una y un solo hombre en la otra; cualquiera que esté en el camino morirá”. 

Posteriormente, la filósofa estadounidense Judith Jarvis Thomson amplió los dilemas de su colega en su artículo Matar, dejar morir, y el problema del tranvía. En él, Thomson introduce una variante que tuvo gran repercusión: no solo personalizó al conductor del tranvía llamándolo “Edward”, sino que complicó el dilema al referirse a la persona que se podría sacrificar como un “hombre gordo” (o un hombre con una mochila muy pesada) que si es arrojado desde un puente a la vía detiene el tranvía evitando que las cinco personas sean arrolladas.

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En este caso, ya no se trata de mover una palanca, sino de “matar” (directamente) a una persona para salvar a cinco. Estos cambios introdujeron también respuestas diferentes en los participantes del experimento.  

El dilema del tranvía: ¿matar o dejar morir? 

Tranvía - Fuente: Pexels
Tranvía – Fuente: Pexels

La intención de Foot y sus colegas cuando plantearon esta clase de dilemas es clara: determinar si es lícito o no salvar la vida de un mayor número de personas, causándole la muerte a otros, el también llamado “daño colateral” que tanta repercusión tiene en el ámbito militar.

Así mismo, también se vinculan con el principio del doble efecto según el cual una persona no es igualmente responsable por todos los efectos perniciosos consecuencia de su acción o, incluso, la vieja frase atribuida a Maquiavelo que ha determinado buena parte de la historia humana: ¿el fin justifica los medios? 

Intervenir accionando la palanca supone ser responsable de una muerte, pero, a su vez, ser responsable también de salvar cinco vidas. En la versión de Thomson, la responsabilidad sobre la muerte de la persona arrojada a la vía es incuestionable. ¿Se justifica ese acto a través del principio de doble efecto? ¿Valen más cinco personas que una? ¿Valen más 10.000 personas que una?  

Para los filósofos utilitaristas, que se enfocan en los resultados de las acciones, el dilema no admite dudas: hay que accionar la palanca, porque cinco es más que uno. Esta postura es la que influye en numerosos ámbitos como el militar o el médico, suscitando, por supuesto, numerosas discusiones al respecto, como vimos con la pandemia de Covid-19 que nos planteó infinitos dilemas morales ante los que reaccionamos de formas diversas.  

No obstante, la propia filósofa Philippa Foot lo tuvo claro en su artículo: “no es lícito salvar la vida de unos, matando a personas inocentes”. Thomson también está en la línea de Foot al afirmar que “los derechos superan a las utilidades”. Y es que la persona sacrificada no se ha presentado “voluntaria” a morir para salvar a nadie. ¿Tenemos derecho nosotros a intervenir en la vida de esa persona, aunque el objetivo final sea loable, salvar vidas humanas? 

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Por supuesto, para abordar el aspecto moral este dilema hay que “creérselo”: si tu sentido de la lógica empieza a hacer preguntas como “¿de verdad las cinco personas van a morir? ¿por qué no me escuchan si les grito? ¿a qué velocidad va exactamente el tranvía?”, el dilema no cumple su función. 

En este sentido, para los filósofos y especialistas jurídicos que lo plantearon en primer lugar, el dilema propone una honda reflexión filosófica y puede ser trasladado a numerosos supuestos reales tanto en los referidos ámbitos militar o médico, como a la propia justicia social. 

Un chino y un británico ante la palanca del tranvía 

Tranvía - Fuente: Pexels
Tranvía – Fuente: Pexels

El éxito de esta propuesta filosófica lo certifican los numerosos estudios científicos que lo usan para reflexionar sobre diferentes posturas. Llama la atención, por ejemplo, el estudio sobre diferencias culturales publicado por la Universidad de Cambridge a inicios de este año en el que se plantea la hipótesis de que las diferencias culturales repercuten en nuestras decisiones éticas. 

Se partieron de estudios precedentes en los que se habían concluido considerables diferencias entre culturas. Por ejemplo, un estudio finlandés de 2012 señaló que solo el 52% de los chinos estaban de acuerdo que es “moralmente permisible” accionar la palanca frente al 63% de los rusos y al 81% de los estadounidenses

El resultado del estudio publicado por la Universidad de Cambridge confirmó estos resultados: una proporción mucho menor de participantes chinos cambiaron la palanca. Entre los participantes chinos que no movieron la palanca, varios citaron el destino, la fatalidad o la naturaleza, así como razones relativas a la igualdad de valor de las vidas, asumiendo también que no tenían derecho a decidir sobre la vida de otros.  

En este sentido, los investigadores sugieren que el “fatalismo” puede proporcionar una explicación a los resultados, un concepto que puede proceder de la influencia del taoísmo: “una fuerza más allá del control humano que es el principal responsable de determinar el destino de las personas, y un principio ético asociado de acción a través de la no acción (wu-wei), o permitir que los eventos sigan su curso natural”. 

Hay quien dice, en este sentido, que accionar la palanca es un acto más vinculado a las emociones, mientras que no accionarla es producto de una postura intelectual. ¿Estás de acuerdo? ¿Tú qué harías? 

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